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martes, 25 de enero de 2011

Hoy me he acordado de ti
















Hoy me he acordado de ti. De tus manos. De esas manos con manchas, arrugadas, cuarteadas, delicadas y llenas de vida. Esas manos que a pesar de tener una fuerza increíble y estar surcadas por el paso de los años, eran suaves.
Creo recordar que me pasaba horas mirándolas trabajar. Ver como creaban algo de la nada me dejaba boquiabierta. Ramita a ramita, fotograma a fotograma, veo como hacías cestas de esparto. Ahora me arrepiento de no haber dicho: ¡Enséñame! Enséñame a crear el Universo.

Aún recuerdo el tacto de tu mano izquierda en mi rodilla mientras que con la derecha sujetabas el mando de la tele. Tu olor a colonia, de esas fuertes, de las de antes. Tu forma de afeitarte, huntándote la espuma con brocha, como se hacía antes, mientras yo desayunaba al otro lado de la mesa. Tu risa, acompañada de tus típicos pitidos bronquiales y su consecuente ristra de toses.

Te fuiste sin despedirte y sin avisar.
Pero no lo hiciste solo, te llevaste un trocito de las tres personas que estábamos contigo en ese momento. Fue triste, pero hermoso.

Te levantaste temprano, como todas las mañanas, y te sentaste al borde de la cama. Supongo que mientras preparabas tu cartera pensabas en la mala noche que habías pasado. Tu última mala noche de una serie infinita. Seguramente te dolía el pecho, pero no pensaste que fuera importante, 10 años doliéndote cada centímetro de tu cuerpo es mucho tiempo. Pero en un instante, tu corazón dejó de funcionar. Y caíste. Ya no había dolor, ni máquina de óxigeno, ni dentadura postiza, ni pastillas con el desayuno, la comida y la cena. Te fuiste tranquilo, sereno, acompañado de las personas que habías amado. Empezando un día y acabando una vida.


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Mentiría si digo que me acuerdo de ti todos los días. Lamentablemente el tiempo amortigua tu recuerdo. Ya no estás tan presente como antes, el dolor no es tan agudo. Pero te sigo echando de menos. Y espero con ansia el momento en el que volvamos a encontrarnos. Te quiero.

sábado, 8 de enero de 2011

Dios.


Leyenda India.

Había una vez un hombre en la India llamado Sao Baba. La gente del lugar lo llama "El Santo", pues tenía los poderes de un DIOS. Podía pasarse meses sin comer ni beber, podía mover objetos con la mente, curaba enfermedades, predecía el futuro y tenía suerte en todo aquello que hacía.
Un hombre fue a ver a Sao Baba con la intención de que lo ayudara, pues era pobre y pasaba muchas penurias, pero el santo le negó su petición.

- ¿Por que no me has ayudado si posees los poderes de un DIOS? - le preguntó el hombre.

Y Sao Baba contestó:

- Si, soy un DIOS. Y tu también lo eres, la diferencia está en que yo lo sé.


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La gente no se da cuenta de su verdadero potencial, no se da cuenta del poder que posee.
No hace falta adorar a un Dios ni milagros. Adórate a ti mismo en primer lugar y después lo que tienes a tu alrededor. Sé positivo y proyecta una imagen de lo que quieres. Yo digo: creer es poder. Cree en ti.