Visitas

miércoles, 15 de enero de 2014

Charlie



Llevaba tiempo queriendo dedicarle una entrada. Siempre hablo de mi gato porque para mi es como una prolongación de mi ser, pero en mi vida hay otro animalillo que ocupa mi corazón. Se trata de Charlie, un Yorkshire de 4 años. 


Era una tarde oscura de abril, sobre las ocho de la tarde. Yo, como siempre que veo una tienda de animales tengo que entrar, convencí a mi madre para echar un vistazo dentro. Tras dar unas vueltas por el local nos paramos enfrente de las vitrinas de los perros. Allí estaba él, mirándonos con cara de pena, directamente a los ojos. Mi madre me miró, yo la miré. Elogiamos sus inteligentes ojos y su pelaje negro y fuego que no compartía con sus hermanos. Mientras su hermano saltaba enloquecido intentando llamar nuestra atención, él simplemente estaba ahí manteniendo nuestra miradas. Tras muchos ruegos por mi parte, mi madre, que nunca había querido tener perros, aceptó. Charlie la había cautivado. 





He de reconocer que al principio, no estaba muy contenta con él. Siempre me han gustado más los perros grandes, y además cuando él llegó, se apropió de todos los juguetes y camas de mi gato, y eso no nos sentó muy bien a ninguno de los dos, así que estuve "cabreada" unas dos semanas. Pero cuando pasó el caótico primer mes en el que nos fuimos acostumbrado al nuevo miembro, todo fue sobre ruedas. 
Mi escepticismo se desmoronó cuando me di cuenta de que era el perro más inteligente y obediente que había conocido jamás. No solo aprendió muy rápido las órdenes, si no que además era sumiso y sobretodo, tranquilo. A veces bromeo con él y le digo que tiene cara de mustio, y es cierto. Juega como todos los perros, pero es muy serio. No le gustan los niños, no ladra en exceso, y siempre te está mirando con cara de "¿Lo he hecho bien?". Es un Yorkshire que no es Yorkshire. Al principio temía que fuera un gruñón con mal carácter (como la mayoría que he conocido de esta raza), pero la educación que le dimos mi padrastro y yo sumado a su carácter tranquilo han hecho de él un perro de 10. 

A día de hoy Charlie se ha convertido en un pilar más de mi vida. La parte que le falta a mi gato de divertido la tiene él. Trae la pelota, se sienta, se tumba, va suelto por la calle a nuestro lado, se queda quieto donde le decimos. Obedece todo y le gusta hacerlo. Le encanta recibir la aprobación y sus premios.

Lo único malo que puedo decir de él es que peca de sumiso,  a veces una mirada severa basta para que se ponga a temblar y se vaya a su cama, y eso que nunca hemos usado el castigo físico con él. Ah, y que no le gustan los perros que lo atosigan, que lamentablemente son la mayoría. Le gusta ir despacio y que los demás perros sean tranquilos, si no, les gruñe y les lanza bocados de advertencia. 


Charlie, el Yorkshire que no es Yorkshire, el mustio obediente, el perro rata, el perro de pijas. Pero al fin y al cabo mi perro, el que viene a darme los buenos días todas las mañanas y el que me recibe con un movimiento de culo (porque el rabo lo tiene cortado) cuando llego de la calle. Charlie, mi perro fiel, al que quiero con locura. 



Aquí os dejo un video suyo.

Y aquí otro de Instagram: http://instagram.com/p/izWV4MQU6U/















4 comentarios :

Opiniones