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lunes, 11 de febrero de 2013

Sol y Luna




No recuerdo exactamente cuando fue, yo tendría unos 11 años. Era domingo, lo se porque mi madre y yo volvíamos de pasar el fin de semana en casa de mi abuela. En el coche llevábamos las maletas con la ropa, mi cartera del cole y a nuestro a gato, Chirry. Lo que pasó ese día jamás se me olvidará  pero primero quiero contaros algo sobre él.





Mi gato nació el 8 de agosto de 2002 en Roldán, Murcia, España cuando yo tenñia 10 años. Su madre era una gata normal y corriente de muchos colores, aunque el padre de ella era un gato persa. Su padre era un Chartreaux gris precioso con unos ojos verdes que hipnotizaban.
La dueña de sus padres era amiga de mi tía y como ese verano la gata que teníamos, una persa gris llamada Pili, se escapó pues nos ofreció un cachorro de la camada.

Mi madre y yo fuimos a verlos a principios de septiembre. Llegamos a casa de la dueña y nos condujo a la cocina, donde en el hueco de la chimenea estaba la gata con los cachorros. Nos contó que había parido detrás de un mueble y que fue difícil sacarlos de donde estaban, mientras yo observaba a los gatitos. Algunos ya los tenía apalabrados y solo le quedaban una hembra y dos machos, mi madre me dijo que eligiera un macho. Yo,  sentada en una de las sillas noté como algo jugaba con mis zapatos, un gatito de color crema tiraba de mis cordoneras. Jugué con él un rato mientras mi madre, mi tía y los dueños hablaban y hablaban de animales, cuando lo subí a mis piernas se hizo una bolita y se durmió. Rápidamente le dije a mi madre : "Quiero este". Su propietaria nos dijo que era uno de los machos pero que nos lleváramos al otro por que ese era el más enclenque de la camada. Nos contó que cuando sacaron a los gatitos de detrás del mueble se lo olvidaron a allí unas cuantas horas y estuvo a punto de morir. A mi me daba igual, yo no había elegido al gato, él me había elegido a mi.

Volvimos a las dos semanas para llevárnoslo y desde entonces no nos hemos separado más que unos cuantos días cuando he ido de viaje. El gato más débil de la camada se ha convertido en un robusto (por no decir gordo) gato de 10 años con el pelaje de un gato persa y la cara y los ojos de un Chartreaux. Es un gato con mucha personalidad, y lo demostró desde bien pequeño. Cuando creció un poco tuvimos que castrarlo porque marcaba con pis mis cosas y me robaba peluches para trincarselos cuando no lo veíamos.
Es elegante y orgulloso, muuuuuuuuuuuy mimoso cuando quiere pero rencoroso y un poco agresivo cuando se enfada. Le encantan las caricias por la mañana y la comida, tiene especial predilección por el pavo frío que venden en Mercadona, y si tiene hambre y no le echas de comer te muerde. Su sitio preferido para dormir es mi cama y muchas veces dormirmos juntos. Tiene algo especial con mi olor y siempre se duerme oliendo mi ropa, incluso a veces entra en el armario y se hace un ovillo allí dentro dejándome todo lleno de pelos.

Su pelaje varía desde  el color crema hasta el blanco, patas grandes y fuertes, rabo largo y espumoso. Su cabeza es puntiaguda pero el pelaje hace que parezca que es redonda, sus ojos son verdes y sus orejas grandes. Con 2 o 3 años sufrió una pulmonía y se le encharcaron los pulmones, nos dijeron que iba a morir pero se recuperó.

Y ahora  conociendo algo de él, puedo contaros esta historia.


Esa tarde/noche de invierno, cuando salíamos de casa de mi abuela, mi madre recibió una llamada de un amigo suyo, nos invitaba a tomar un café en San Pedro del Pinatar. Mi madre no estaba muy segura de si ir o no porque llevábamos todos los bártulos y al gato, pero al final aceptó pensando que sería un café rápido.

Llegamos al sitio y aparcamos en una explanada para coches que había en frente del local, dejamos las cosas en el maletero y al gato en su transportín bien asegurado.
No pasamos mucho tiempo en la cafetería, como mucho una hora y media, pero cuando volvimos nos encontramos una sorpresa muy desagradable. Habían abierto el coche para robar.
Nos acercamos por la puerta del conductor, el amigo de mi madre nos ayudó a recoger las cosas que había tiradas por los alrededores, pero cuando dimos la vuelta al coche vimos que el transportín estaba hecho trozos en el suelo. El gato no estaba. Yo me puse a llorar, miramos por debajo de los demás coches, pero no había rastro del gato. Mi madre lloraba y gritaba maldiciones contra los ladrones. Por el estado del transportín se notaba que lo habían tirado al suelo y lo habían pateado y machacado. Mi madre empezó a llamarlo entre lágrimas así que yo hice lo mismo mientras nos abrazábamos y llorábamos juntas, su amigo intentaba consolarnos como podía mientras de vez en cuando también lo llamaba. Pero pasados unos 15 minutos y ver que nuestro gato no aparecía por ninguna parte, mi madre dijo que era hora de irse, pues aún teníamos que poner la denuncia y llegar a casa. Se había rendido.

Pero sucedió algo.... De repente vimos como algo venía corriendo hacía nosotros. ¡Era él! Lo llamamos más y corrió aún más "¡Chirry! ¡Chirry!". Cuando llegó a donde estábamos aumentó la velocidad y empezó a dar vueltas en circulo mientras maullaba. Jamás se me olvidará esa escena, la tengo clavada en el alma. Maullaba y corría con todas sus fuerzas a nuestro alrededor, como diciendo: Habéis venido a por mi. Habéis venido a salvarme. Era alegría por ver que no lo habíamos abandonado, por ver que no estaba solo. Cuando paró se metió debajo de un coche extenuado y jadeando, el amigo de mi madre lo agarró como pudo y me lo puso en los brazos. Le salía sangre de los ojos, la nariz y la boca y esta última la tenía torcida. Temblaba en mis brazos mientras yo lloraba, pero lo que de verdad me impactó fue que me miraba a los ojos, mientras con una de sus patas me apretaba en el pecho y me clavaba las uñas. No intentaba escaparse, no mordía, no parpadeaba, simplemente me transmitía así todo lo asustado que estaba diciendo "No me dejes, no me dejes".
Rápidamente el amigo de mi madre llamó a un veterinario de guardia y nos dirigimos allí. Entré a la sala con él en brazos y lo puse en la mesa, pero no quería separarse de mi, escondía la cabeza debajo de mi brazo. El veterinario lo examinó y nos dijo que tenía que quedarse ingresado, tenía hemorragias internas y la mandíbula fracturada.
Gracias al cielo se recuperó, pero lo pasó muy mal, y mi madre y yo también.

Desde ese día surgió entre nosotros como un lazo que nos une, es como si esa mirada que me brindó nos hubiera conectado de alguna manera. No era una mirada de gato, no era una mirada de animal, me atrevería a decir que era humana, cargada de sentimientos. A partir de entonces es como si él y yo fuéramos uno. Cuando estoy de mal humor él también lo está, si estoy deprimida viene y me consuela, cuando estoy nerviosa me tranquiliza. Es como si tuviera un efecto sedante en mi, si está conmigo todo va bien.

Hoy, en esta entrada he hecho referencia al trágico suceso que os "unió" como algo más que gato y dueña, pero desde entonces ha habido muchos momentos que han quedado grabados en mi memoria.
Puedo afirmar que yo no sería quién soy si no hubiera estado en mi vida, podría aventurar que quizá sin él no seguiría en este mundo. He sufrido y he caído, pero él siempre ha estado ahí. Nunca me ha dejado sola. Se merece todo el amor que pueda darle y aún más, porque pase lo que pase, se que nunca me abandona, se que siempre tiene una de esas miradas humanas llenas de amor y calidez que parecen decir "No te rindas, yo estoy contigo".



Así que estoy agradecida, al azar, al destino, a lo que sea, por haberlo puesto en mi camino. Por haberme dado a este ángel guardián que aunque a veces sea un pesado y muerda, es capaz de si me oye llorar en pleno agosto en mi cama venir corriendo y echarse a mi lado espalda con espalda, siempre tocándome,  siempre recordándome que no estoy sola.





 Siempre tuya, siempre mío, siempre nuestros.



































2 comentarios :

  1. Madremía, menuda historia! el gato desde luego es precioso, si es que los animales muchas veces, saben demostrar el amor que las personas!
    besin

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  2. que bonito y maravilloso tu gatito

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